Todo el mundo conoce historias de barcos fantasmas que yerran sobre los mares del globo. Pero sin duda el más célebre de estos barcos es «el holandés errante». Su leyenda es tal que incluso Wagner hizo una ópera:El Buque fantasma. «El holandés errante» fue el arquetipo del Buque fantasma.
El buque fantasma habría sido visto por numerosos marineros. Entre muchos testigos, se encuentra uno de excepción: El duque de York, futuro rey Jorge V de Inglaterra. El joven duque, entonces de edad de dieciséis años, era aprendiz a bordo de «la Bacchante». La noche del 11 de julio de 1881, mientras que el buque se encontraba a la altura de Australia, algo apareció en la oscuridad. Una luz venida de ninguna parte se acercaba hacia ellos. Cuando se encontraba ya a tan sólo 300 metros, una forma se distinguió perfectamente: era un barco rodeado de un halo vaporoso.
El diario de servicio de «la Bacchante» menciona este encuentro y atestigua haber sido presenciado por una docena de testigos. «A las cuatro de la mañana, un barco pasó sobre nuestra delantera, a una distancia de trescientos metros, y se dirigía hacia nosotros. Una extraña luz roja alumbraba el mástil, el puente y las velas. Un alumno oficial fue enviado al vigía. Pero éste no vio esta vez ningún rastro, ningún signo de un buque real. La noche era clara y el mar estaba en calma. Los barcos «Tourmaline» y «Cleopatra» que navegaban a estribor, delante nuestro, nos pidieron por señales si habíamos visto la extraña luz roja.»
Otros casos de barcos fantasmas
El 11 de julio de 1861, el «Inconstant», buque de la Royal Navy, navegaba en el Pacífico cuando en la madrugada un buque extraño cortó su camino. Envuelto con una luz fosforescente, se trataba de un velero de dos mástiles. El oficial de cuarto, presente, fue el primero que lo vislumbra cuando estaban a una distancie de doscientos metros a babor. Un joven aprendiz también lo vio. El joven grumete corrió para verlo mejor, pero el barco fantasma y su luz espectral desaparecieron súbitamente dejando el mar tan en calma como antes.
En 1887, un buque que salía de San Francisco con destino China, se cruzó durante su camino a un barco fantasma. Los hombres de la tripulación contaron que vieron un antiguo buque de tres palos, envuelto con una extraña luz blanca. El buque se les acercaba peligrosamente, pero luego desapareció súbitamente. Otra curiosidad de este buque fantasma es que, como reconocieron los tripulantes, a pesar de que había un viento muy fuerte, el buque tenía todas sus velas fuera.
En julio de 1934, a bordo del yate Mary Ann, el capitán Hampson navegaba en mar abierto, cuando penetró en una zona con una niebla muy espesa. De repente, un viejo velero surgió por estribor delante del yate. Hampson puso en seguida la vela a la izquierda, pero fue demasiado tarde. El Mary Ann espoleó al velero. Sin embargo, no hubo ningún estruendo de madera rota. Lo único que ocurrió es que el yate se desplazó y que el otro buque, el antigui velero, de queó enganchado a él. El capitán examinó el velero desde su yate y su sangre se heló. Ningún ser humano se veía en el puente. Las velas estaban desgarradas y descoloridas. Y aunque se hinchaban de la brisa, éstas lo hacían en el silencio más total. Ningún ruido de estela, ningún golpe de polea, ningún crujido de cordaje,… ¡sólo un silencio terrorífico! El buque desapareció antes de que Hampson pudiera leer su nombre.
El buque fantasma habría sido visto por numerosos marineros. Entre muchos testigos, se encuentra uno de excepción: El duque de York, futuro rey Jorge V de Inglaterra. El joven duque, entonces de edad de dieciséis años, era aprendiz a bordo de «la Bacchante». La noche del 11 de julio de 1881, mientras que el buque se encontraba a la altura de Australia, algo apareció en la oscuridad. Una luz venida de ninguna parte se acercaba hacia ellos. Cuando se encontraba ya a tan sólo 300 metros, una forma se distinguió perfectamente: era un barco rodeado de un halo vaporoso.
El diario de servicio de «la Bacchante» menciona este encuentro y atestigua haber sido presenciado por una docena de testigos. «A las cuatro de la mañana, un barco pasó sobre nuestra delantera, a una distancia de trescientos metros, y se dirigía hacia nosotros. Una extraña luz roja alumbraba el mástil, el puente y las velas. Un alumno oficial fue enviado al vigía. Pero éste no vio esta vez ningún rastro, ningún signo de un buque real. La noche era clara y el mar estaba en calma. Los barcos «Tourmaline» y «Cleopatra» que navegaban a estribor, delante nuestro, nos pidieron por señales si habíamos visto la extraña luz roja.»
Otros casos de barcos fantasmas
El 11 de julio de 1861, el «Inconstant», buque de la Royal Navy, navegaba en el Pacífico cuando en la madrugada un buque extraño cortó su camino. Envuelto con una luz fosforescente, se trataba de un velero de dos mástiles. El oficial de cuarto, presente, fue el primero que lo vislumbra cuando estaban a una distancie de doscientos metros a babor. Un joven aprendiz también lo vio. El joven grumete corrió para verlo mejor, pero el barco fantasma y su luz espectral desaparecieron súbitamente dejando el mar tan en calma como antes.
En 1887, un buque que salía de San Francisco con destino China, se cruzó durante su camino a un barco fantasma. Los hombres de la tripulación contaron que vieron un antiguo buque de tres palos, envuelto con una extraña luz blanca. El buque se les acercaba peligrosamente, pero luego desapareció súbitamente. Otra curiosidad de este buque fantasma es que, como reconocieron los tripulantes, a pesar de que había un viento muy fuerte, el buque tenía todas sus velas fuera.
En julio de 1934, a bordo del yate Mary Ann, el capitán Hampson navegaba en mar abierto, cuando penetró en una zona con una niebla muy espesa. De repente, un viejo velero surgió por estribor delante del yate. Hampson puso en seguida la vela a la izquierda, pero fue demasiado tarde. El Mary Ann espoleó al velero. Sin embargo, no hubo ningún estruendo de madera rota. Lo único que ocurrió es que el yate se desplazó y que el otro buque, el antigui velero, de queó enganchado a él. El capitán examinó el velero desde su yate y su sangre se heló. Ningún ser humano se veía en el puente. Las velas estaban desgarradas y descoloridas. Y aunque se hinchaban de la brisa, éstas lo hacían en el silencio más total. Ningún ruido de estela, ningún golpe de polea, ningún crujido de cordaje,… ¡sólo un silencio terrorífico! El buque desapareció antes de que Hampson pudiera leer su nombre.
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