En situaciones de máxima tensión, como ver a un ser querido en peligro o sobrevivir a una muerte segura, el organismo es capaz de segregar tal cantidad de adrenalina que dota de una fuerza sobrehumana, casi monstruosa. Cada cierto tiempo, escuchamos historias asombrosas, como la de aquella mujer que en un accidente vio a su hijo atrapado bajo los hierros de una noche y fue capaz de levantar casi dos toneladas de peso para liberarlo. El resultado fue un par de vértebras rotas y su hijo sano y salvo. Pero, ¿qué mecanismos intervienen para que esto suceda?

En primer lugar, hay que entender qué es la adrenalina, nombre común de la epinefrina. Ésta es una hormona vaso activa producida por las glándulas suprarrenales (están situadas encima de los riñones) y cuya función principal es regular las respuestas al estrés como consecuencia de situaciones extremas o de riesgo. Una vez liberada, actúa directamente sobre el sistema nervioso central ocasionado que éste amplifique la percepción de estímulos a través de los cinco sentidos.

Es una hormona de acción, por lo que sus efectos son rápidos y sumamente efectivos. Se incrementa el nivel de glucosa en la sangre, elevando la tensión arterial, dilata la pupila para tener mayor visión, mejora la respiración e incluso favorece la liberación de dopamina, hormona que genera sensación de bienestar por lo que se corre el riesgo de adicción.

También entre sus efectos se encuentra el aumento de la velocidad de reacción y fuerza hasta límites increíbles. No obstante, tiene sus efectos secundarios tales como ataques al corazón y ataques asmáticos, entre otros. La fuerza sobrehumana, como decíamos al principio, nos puede llevar a superar momentos límite en nuestro esfuerzo por sobrevivir. Si no que se lo digan a Sinjin Eberle, que fue aplastado por una roca de 500 kilos y se deshizo de ella con sus manos y piernas.