Hablamos de tiempo, la unidad básica que rige nuestra vida,
le hemos conferido tanto poder que nos hemos convertido en sus esclavos, no
ejerce una autoridad sobre nosotros, más bien en ocasiones nos domina, no
podemos comprarlo, aunque a veces podemos malgastarlo, perderlo, consumirlo,
robarlo….
Quizás ahí reside el valor del tiempo, en el hecho de que no
sabemos de cuanto vamos a disponer a lo largo de nuestra vida, hemos de
aprender a gestionarlo a pesar de que nadie nos enseña a hacerlo, y lo que es
más importante, hemos de aprender a disfrutarlo, a vivirlo, a contemplarlo y a
sentirlo.
El tiempo no tiene precio, sin embargo lleva un control de
calidad implícito en su código de barras. Hace unas semanas alguien valioso
para mí, compartió conmigo un hermoso cuento que había escrito, hablaba del
tiempo, algo tan sencillo me hizo sentir, que el regalo más maravilloso que
podemos hacer a alguien, es un poco de nuestro tiempo, de ese tiempo de máxima
excelencia, el que medimos con los latidos de nuestro corazón en lugar de con
el minutero de un reloj.
Nos excusamos infinidad de veces en no tener tiempo, para
hacer una llamada, para escribir un mail, para tener una conversación con
alguien, para escuchar, para pasear, para ir a tomar algo, pero le decimos a
menudo que le queremos y que puede contar con nosotros, porque en realidad así
lo pensamos.

El mejor regalo que alguien que me quiere me puede hacer es
un poco de su tiempo, la calidad está garantizada en ese caso,, así que voy a
intentar ser un poco más generosa con las personas que para mí son importantes.