Eliana y Mario se encontraban separados por miles de kilómetros de mar. Pero eso nunca evitó que se mantuvieran en contacto y hablasen todos los días durante cinco años…

El Comienzo de un Amor

De hecho, se escribían varias veces al día, y esto fue así desde el día en que se conocieron en un chat de internet.

Todo comenzó como una amistad y encontraron, el uno en el otro, alguien agradable con quien hablar y que de verdad les escuchase. Y, poco a poco, fueron dándose cuenta de que cada uno significaba mucho más de lo que en un principio habrían podido imaginar.

Esos ratos de charla se convirtieron en la mejor parte de cada día. No podían esperar para conectarse en cuanto tenían tiempo libre. Incluso con las dificultades que les suponía la diferencia horaria.

No importaba quedarse hasta tarde, si de esa forma podían pasar unos minutos más hablando. Después de un tiempo, ese sentimiento mutuo comenzó a crecer, sin que pudieran hacer nada por evitarlo. Tampoco es que quisieran evitarlo. Se convirtieron en personas muy importantes en la vida el uno del otro.

Tanto era así, que un día por fin se dieron los números de teléfono y pudieron escucharse por primera vez. Aunque ya llevaban un tiempo chateando todos los días, parecía que aún había muchas más cosas de las que hablar por teléfono. Pasaban horas hablando, compartiendo pensamientos, ilusiones y anécdotas.

Una Confesión y Un Sueño


Llegado un punto Mario decidió, con mucho miedo de lo que ella pudiera responder, confesarle a Eliana que casi sin darse cuenta ella había comenzado a ser una parte muy importante de la vida de él y que creía que se estaba enamorando.

Eliana guardó silencio durante unos segundos, pero justo cuando Mario comenzaba a perder la esperanza de una respuesta positiva, ella interrumpió sus pensamientos y le dijo que sentía lo mismo. Y que todo este tiempo había tenido miedo de decirlo, porque no quería estropear una amistad tan profunda.

Porque, la mejor cualidad de una relación de pareja es la amistad. ¿No crees? Y esto mismo es lo que Mario respondió.

Aunque sus corazones suplicaban por un encuentro, reunirse era un imposible, ya que vivían demasiado lejos el uno del otro y por problemas económicos, ninguno tenía la posibilidad de viajar tan lejos. Menos aún podrían mudarse.

Cada uno por su parte trataba de ahorrar para hacer su sueño realidad. Pasaban los días, los meses, los años…, pero todo tardaba demasiado. Ambos tenían un trabajo mal pagado y la vida es cara. Pagar facturas, comprar comida, pagar la gasolina, ahorraban todo lo que podían. Aun así, lo único que podían hacer era esperar.

Una Espera Insoportable


Esperaban el día en que pudieran decirse que habían logrado el dinero para el viaje. Ahora vivían en esa interminable espera. Aunque por lo menos podían continuar hablando. A veces por chat, otras por teléfono. Pero la distancia cada vez era más dolorosa.

Incluso había llamadas que acababan en llanto. Se apoyaban en todo lo que podían y cuando uno se venía abajo, el otro siempre intentaba animarle.

Pero por dentro sufrían por no poder compartir sus noches, por no poder estar presentes el uno en la vida del otro, por no poder abrazarse en los momentos duros o besarse en los momentos de celebración.

Y rendirse no era una opción. Sabían que su vida estaba uno al lado del otro. Y si eso no llegaba a suceder en algún momento, no importaba cuánto hubiera que esperar, simplemente no habría vida.

¿El Final?

Un día, Mario escribió a Eliana. Pero ella no respondió. Por primera vez en cinco años Eliana no respondió a un mensaje de Mario. La llamó, pero tampoco contestó. ¿Qué habría pasado? ¿Se habría cansado de él o de su relación? O peor… ¡¿Le habría pasado algo malo?!

Pasaron las horas y Mario no se separó del teléfono. Envío cientos de mensajes que no recibieron respuesta. De pronto, ¡una llamada! Era ella. En el pasado, durante una de sus conversaciones se habían dicho donde vivían, y Eliana había tomado nota.

Le dijo que estaba en su puerta y antes de poder decir nada más Mario ya había abierto la puerta. Se lanzaron el uno a los brazos del otro y nunca jamás se separaron de nuevo.