Cualquier supersticioso sabe que no se debe abrir un paraguas dentro de una casa, y el origen de esta creencia tiene dos versiones.

La primera se remonta a la época en que los reyes orientales y africanos usaban sombrillas para protegerse del sol, y ya que el sol está ligado a la religión y la mitología, su forma simboliza el disco solar, abrirlo en un lugar sin sol, era considerado un sacrilegio. 


Pero probablemente esta superstición se reforzó cuando los paraguas llegaron a Europa y empezaron a ser usados casi exclusivamente por los sacerdotes en los oficios de los difuntos, solo para protegerse del mal tiempo.

Pero los paraguas y sombrillas que usamos ocasionalmente para protegernos de la lluvia o del sol eran poco fiables años atrás, y de aquí surge otra posible versión que dice que los primeros fabricantes tuvieron que lidiar con muchas dificultades técnicas antes de poder producir un resorte que permitiera al usuario abrir el paraguas suavemente.

Nada tiene que ver la suerte con abrir un paraguas en un sitio cerrado, pero era peligroso, ya que los resortes eran muy duros y se debía hacer fuerza para abrirlo. Algunas veces, esto causaba que se golpease a quien estuviera cerca de él. Estos accidentes comunes se atribuían a la mala suerte, ya que nadie era capaz de predecir la manera en que se compartiría el paraguas.

Con el tiempo se instauró la creencia de la mala suerte y surgió otra superstición que dice que es de mala suerte dejar una sombrilla sobre la mesa y que puede surgir una discusión entre los presentes.

Pero, por otra parte, las sombrillas se han utilizado desde hace 3000 años. Cuando las damas llevaban sombrillas (o parasoles) y eran observadoras por algún hombre, comenzó un nuevo lenguaje de galanteo: el dejar caer la sombrilla, o el guante, daba oportunidad de intercambiar algunas palabras con el pretendiente, y dejarla caer dos veces, así como también tirar los dos guantes, significaba “te amo”.